Tengo algo que decir, pero es ello lo que me tiene a mí.
Mi rumbo, pretendidamente indeterminado, colapsa con los finales cíclicos de la desventura que eternamente retorna.
Mi poder no es nada, excepto su propia manifestación, desinteresada respecto lo común, buscando el oro ajeno que sirva de espejo al alma.
Una constante desvirtuación de mis posibilidades, una potente inmolación de la intención a los hechos, un vacio que me creo y al que me resigno siendo mi figura predilecta.
Un mar sin agua, del que tú siempre has sospechado, puesto que sólo puedes nadar en élla. Una sala VIP para mi confianza en la realidad, que reconcilie mi cuerpo con el resto y me demuestre que sólo muero superficialmente. Una ventana horizontal, donde no haces nada asomándote, donde lo único que queda es saltar. Un miedo a la cualidad de reflejo, que en su inocente fiel simetricidad, invierte la imagen de lo esperanzadoramente asumible, y nos confunde en nuestra carcel con techo en lugar de suelo y viceversa.
Tal vez, si alguién mirase a traves de mí con suficiente fuerza, me libraría de este encarcelamiento abstracto. Si sus manos guiasen la mías hasta la puerta que he olvidado, o si un disparo de amor me alcanzase en la sién, tal vez me convertiría en una mejor persona.
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1 comentario:
He mirado a través de tí con tanta fuerza que me dueles...
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