martes, 24 de marzo de 2009

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El mar de humo, cada vez más denso, desaparece intermitentemente para dejarme beber un sorbo de agua, casi siempre salada. Empujando en contra de la gravedad, y ciertas leyes más presuntamente inviolables, resistiéndome a la idea de que éllas sean las que me violen a mí en terminos físicos diariamente. El pacto con la nada sigue en pie, aunque no imaginaba que me pediría cosas.. Ahora tanto arriba como abajo llegan a ser indistinguibles, y los extremos que tanto tememos se comprimen y nos convertimos en sus paredes. Buscando un segundo de reposo, encontramos un bastón accidentalmente clavado en el suelo, y al apoyarnos, el eje del mundo empieza a temblar, como un niño inocente ante un loco como yo..